Cuenta la historia que hace mucho, los Vikingos tenían un inmenso mundo-árbol llamado el Fresno de Yggsradil que en sus sus ramas sostenían el Cielo.
Bajo el árbol estaba Asgarth (el hogar de los dioses) y desde la base del tronco se extendían sus largas raíces. Una cubría Midgarth, el mundo de los Hombres. Otra de las raíces cubría el dominio de los terribles Gigantes Congelados. Una tercera raíz cubría Hel, el mundo de los muertos.
Entre las raíces también había dos pozos. Un sorbo de agua del sabio Dios Mimir, proporcionaba el conocimiento, y según cuenta el mito, el poderoso Odín había brindado uno de sus ojos para beber el agua de este pozo, por esa razón le decían el tuerto.
Al lado del otro pozo (el Pozo del Destino) vivían las tres Parcas (Norns), a quienes se llamaba Pasado, Presente y Futuro. Ellas tejían una tela en la que cada hilo representaba la vida de una persona. Cuando cortaban un hilo una persona, de inmediato perecía y su alma iba al inframundo.
A los pies del árbol se encontraba el Dios Heimdall, que era el encargado de proteger al Árbol de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces y derrocar a los dioses a los que este cuidaba. Heimdall contaba con la ayuda de las Norns que lo cuidaban regándolo con las aguas del pozo de Urd. Un puente unía el Yggdrasil con la morada de los dioses, el Bifröst, el arco iris, todos los dioses cruzaban por él para entrar en el Midgard.